La sociedad se ha transformado y con ella los roles. Un claro ejemplo y muy frecuente son las mujeres que salen de casa para trabajar, ya sea con el fin de contribuir al gasto familiar, por ejercicio profesional o por ambas razones.
Sin embargo, lo anterior no sustrajo a las mujeres del rol de madres, convirtiéndose entonces en un reto mayor que demanda a la mujer tiempo completo. La mayoría logra sobrellevar ambas funciones, pero los costos físicos y emocionales son altos. Además, ha impactado fuertemente en la educación de los hijos e, irónicamente la razón no es la ausencia, sino el sentimiento de culpa que generalmente les acompaña.
Toda madre, por instinto y por herencia social, busca permanecer, proteger y proveer a sus hijos de lo necesario, por lo que tener que partir de su lado durante interminables horas al día invade de frustración y dolor a todas las mujeres que se encuentran en esta circunstancia.
El problema en sí no es ese, sino las acciones a las que conlleva. Una mamá ausente con sentimiento de culpa suele compensar siendo demasiado permisiva, otorgando regalos sin razón, o en general consintiendo y accediendo a todo lo que el hijo en cuestión solicita.
Los niños aprenden muy rápido, así que instantáneamente suelen ajustarse a la dinámica explotando el recurso; pero la historia no acaba ahí, pues en realidad no son felices en el intercambio, la compensación tiene un efecto corto, ya que lo que en verdad buscan es atención.
Lo que no han notado es que no necesariamente se requiere estar todo el día con los hijos para atender su petición. La solución es sencilla; sólo se requiere comprender y ejecutar las siguientes recomendaciones:
1. No eres una mala mamá por salir a trabajar
Al contrario, eres una mujer ejemplar y amorosa que hace lo necesario para proveer a sus hijos. Tú primero que nadie debes tenerlo claro para transmitirlo a su vez a quienes te rodean, incluidos tus hijos.
2. Platica con tus hijos, ellos deben saber lo que haces cuando no estás en casa
Si les compartes parte de tus actividades y si conocen los beneficios económicos que esto trae a la familia, entenderán la importancia de tu trabajo, generando para ti respeto y no reproches.
3. Amar es educar
Aprende a poner límites a los hijos, de lo contrario en poco tiempo te sobrepasarán y al ser adultos tendrán muchos problemas para relacionarse con otras personas. Tenderán a convertirse en personas egoístas y desconsideradas. Recuerda ser fuerte, que una carita triste o retadora no te desvíe del cometido. Ser condescendiente les hará más daño que bien.
4. Destina tiempo de calidad para tus hijos
Es un hecho que estar todo el día con ellos no es garantía de nada. Por ello debes destinar tiempo de calidad con tus hijos, no basta con ver tele juntos o llevarlos a la escuela; se trata de tener una actividad especial que les permita interactuar, comunicarse y mantener fortalecido el lazo afectivo. Cuidado con esto, pues si lo prometes debes cumplirlo, o sólo perderás credibilidad.
5. Regálate un momento al día para ti misma
Justo al estar absorbida en las diversas actividades del trabajo y de la casa, es posible que suelas abandonarte y dejarte al final de la lista de prioridades. Esto es incorrecto y contraproducente, también necesitas atenderte y consentirte para proyectar a los demás todo tu esplendor. Agenda tiempo para leer tu revista favorita, para la manicura, la mascarilla semanal, etc.
Seguir estos pasos te ayudará a disfrutar lo que haces y funcionar mejor. De nada sirve estar en el trabajo lamentándose por los hijos; como tampoco lo es estar en casa pensando en el trabajo. Enfócate según corresponda y disfruta de cada momento. Ser madre es una gran bendición; pero también una fuerte responsabilidad. Vivirlo con satisfacción y en plenitud está en tus manos.